Tuesday, April 19, 2005

Antojos

He querido escribir aquí desde probablemente Enero, sólo para guardar lo siguiente para la posteridad (y el olvido, aparentemente):

Una de las razones por las que me gusta tanto la Ciudad de México (a pesar de nunca haber vivido ahí) es por cómo se ve cuando llegas volando de noche a ella. No sé si en todo el mundo haya una vista así, de una ciudad tan comprimida y a la vez tan extensa brillando con tanta fuerza a base de tanas pequeñas lucecitas. Parecen los restos de un volcán que acaba de hacer erupción. Las pequeñas luces se extienden casi hasta donde alcanza la vista, como piedras incandescentes. Estos pequeños pedacitos de "lava" trepan los montes cercanos a la ciudad, como si ni siquiera ellos hubieran podido contener el poder destructor de este volcán al que llamamos la capital de nuestro país. Véanlo algún día, van a ver que tengo razón.

Eso es todo lo que quería escribir. Otro día platicaremos acerca del fin del mundo...

P.D. Habemus Papam Benedictus XVI (obviamente con números romanos)

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